Por Marlene Wayar
Amigas y amigos,
No sin esfuerzo continuamos sostenidas/os por el Rojas, y nos encontramos sumergidas/os nuevamente en otro año de producción de cultura y de construcción de El Teje como herramienta de diálogo colectivo. En esta ocasión, el editorial viene de confrontación. Hete aquí que en el mundo hegemónico los que nos dominan no se disponen realmente a despegar más allá de las palabras o de un avance sincero en términos de derechos humanos. Nuestro contexto todavía es muy similar al que era pero el proceso avanza y el movimiento de travestis, transexuales y transgéneros se va colando por las fisuras del sistema y provocando un leve cambio, en algo, más acelerado.
Hoy, en primer lugar festejamos la llegada de Malva al equipo de redacción. Ella que se aproxima a la novena década de existencia, y en buena hora, tiene la lucidez, la alegría y la disposición a los cambios que otras y otros, mucho más jóvenes no poseemos. Y su visión no es ni meramente anecdótica ni graciosa, es la constatación de algo poco imaginable en nosotras/os: la vida a pesar de tanta muerte. Y lo contundente de los cambios que soñamos como un nunca jamás, ella los ve distintos: como un cambio significativo entre el tiempo que le tocó vivir en su juventud y el presente. Y desde ese lugar habla a través de estas páginas. Por ejemplo, nos insta a usar el derecho al voto y dice: “bregar por tener nuestra propia voz en los lugares indicados. Para ello nada major que unirnos y saber: cuántas/os somos. Qué pretendemos. Y cuánto podemos”. También se nos une Carla, ansiosa por hacer otras actividades más allá de las que se impone cada noche.
Parte del problema es lo difícil que se nos hace saber cuántas/os somos de verdad. ¿Cómo saberlo sin una estructura económica para llevar a cabo una encuesta o algo así en un país tan extenso y con diferencias tan grandes entre sus regiones? Una posibilidad es la organización a través de agrupaciones locales, pequeñas dónde nos preguntemos: ¿qué necesitamos? Veamos así las necesidades más urgentes, las que más nos afectan, entender con qué recursos contamos, quiénes nos pueden ayudar y trabajar sobre lo que es posible de modificar entre todas/os.
Aquí Paula Polo nos trae más historias con nombres propios: nos acerca la historia de Sisi, una cordobesa que como muchas otras quedó fragmentada por el desprecio de papá y lo continúa buscando para que le diga que deje de drogarse, como gesto mínimo de protección. Y también nos trae la historia de Ernesto que, como chico trans, nos hace reflexionar sobre el poder del que carecemos en la infancia para señalar quiénes somos y cómo queremos que nos amen. Aquí Taddeo que nos reclama mayor visibilidad para los chicos trans entre tanta trava con plumas, nos trae otra denuncia sobre cómo somos violentadas/os en nuestras posibilidades de desarrollarnos y vomita contra los/as violentos/as -mala gente-.
El tema a que nos abocamos con toda intensidad es a los medios de comunicación y la reina entre ellos, la TV. Naty nos contó cómo se sintió, y si bien está armada para no dejarse pisotear, a todas/os nos empezaron a golpear los pequeños maltratos diarios a que somos expuestas/os en los medios, históricamente. La señora televisión que según publicó recientemente un periódico porteño está manejada por hombres se alimenta de nosotras/ os exponiéndonos sin contemplación para lucrar con humillarnos, nos distorsiona para generar mas extrañeza, aún en aquellos programas considerados mas progresistas y engordan el caldo del odio. Los medios nos duelen en el maltrato y nos golpean en cada tipejo que se alimenta de ese caldo y ataca con saña nuestros cuerpos. Por eso Diana se basa en dos de esos tantos ataques injustificados y faltos de justicia para perfilar el crimen de odio, un flagelo humano que visibilizó el movimiento feminista y cuyas principales víctimas somos mujeres y trans.
Aun así, la esperanza nos guía: Julia, más seria que nunca, reclama que recordemos que la TV se propone como educadora y ojo, sin olvidar el entretenimiento y la risa sanadora, donde todas/os disfrutemos. Proponemos también una suerte de bolsa de trabajo, las/los chicas/os ofrecen su capacidad y sus ganas para ver cómo provocamos de alguna manera que, tanto en el orden público como en el privado, nos consideren como productoras/es de trabajo. Es decir, queremos hacer realidad las declaraciones sobre nuestros derechos que tan bien suenan pero que no son palpables en la gente y menos aún en nosotras/os. Alma va a las calles y nos trae pareceres de chicas en situación de prostitución y nos dice con voz clara por qué la idea del voto en un contexto electoral se convierte en un escarnio público, con leyes vetustas porque no somos felices: hoy la felicidad es un lujo.
Tal vez, y regreso a lo dicho, sería una buena alternativa pensar en cómo comenzar a organizarnos en nuestros pueblos y ciudades. Cómo comenzar a confrontar a nuestros padres, madres, maestros/as, vecinos/as y gobernantes. Cómo abrir el diálogo y buscar amigos/as; cómo proponernos y proponerles cambios desde la participación activa. Buscar el diálogo que nos ayude a superar estas democracias imperfectas de la representatividad para tornarlas cada vez más participativas en beneficio propio y ajeno.
De una de las notas se desprende una pregunta sobre nuestra identidad. Yo creo en la idea de lo Trans como un paraguas conceptual donde quepan figuras similares, pero no iguales: aquello de trangéneros, travestis y transexuales y aun más allá de esas formas, las que sean, y que permitan sostener la tensión entre identidad / des-identidad. Pues creemos que si bien necesitamos anclar la identidad, de alguna manera, para interpelar a los Estados en busca de políticas públicas de inclusión positiva, también debemos tener en claro que en lo cotidiano la identidad es un concepto no universalizable, no uniformable. De lo que sí creemos tener cierta certeza es de aquello de lo que nos des-identificamos políticamente: no somos machos, dominantes, penetrantes, violentos, guerreros, conquistadores, discriminadores, sojuzgadores, antropófagos. Tampoco mujeres, somos otras construcciones subjetivas autónomas y soberanas de nuestros propios sueños de Ser.
Así, entonces, usando como aglutinante lo que nos une y no aquellas sutilezas que nos separan, es que desde la revista también instamos a un diálogo de las T en Latinoamérica, patria grande. Porque recordemos que son
nuestras patrias las que nos han configurado a-pátridas. Y no todos los contextos son iguales, algunos son mas tóxicos que otros y obligan a otras estrategias y éstas son incuestionables a la distancia.
Desde El Teje , entonces, invitamos al diálogo solidario también a las/os integrantes de los movimientos de la región. Convencidas de que en la diversidad hay un plus de riqueza que lo homogéneo y cerrado no posee, reflexionamos que si el fundamentalismo de la no acción en realidad accionó destruyendo, sería bueno adoptar una modalidad de acción productora, de propuestas positivas, de limitación de la violencia con el/la otra/o. Reacción reparadora del daño, tanto daño que nos ha ocasionado y nos sigue ocasionando. La confrontación entonces podrá ser con mejor ánimo y con sentido positivo y no el destructive que hasta hoy han tomado quienes ocupan lugar en los medios.