“Hay que tener coraje para ser mariposa en un mundo de gusanos capitalistas”

Por Lohana Berkins

La líder travestiarca dice que los políticos deberían figurar en el rubro 59. Y alienta a las travestis a exigir una ciudadanía plena. El Teje la entrevistó y -como siempre- aunque tenía un mate en la mano, habló como desde una tribuna. Otra que Cristina.

-¿Qué se entiende por política?

-Por lo general se la asocia con política partidaria, cuando los grandes hechos políticos que han conmovido a este país y al mundo no vinieron justamente de ahí… Se dice que la política no sirve. Sí sirve cuando todas y todos sabemos transformarla en un instrumento valioso que es usado en sus términos cabales. Los que no sirven son los políticos que con su desmedida ambición personal han dejado de pensar la política como herramienta de cambio de las opresiones o las desigualdades, para tomarla como beneficio propio. Entonces han devenido una clase social de nuevos ricos. Durante los períodos electorales, como fue recientemente y con un descaro absoluto, los políticos acuden a los sectores bajo la línea de la pobreza como si estuvieran filmando un aviso publicitario. Recurren al cliché de alzar al niñito, de estrechar manos en los barrios pobres, de besar a un discapacitado. ¿Quién no lo conoce? Pero no sólo a la hora de gobernar ya están volviéndose a los poderosos, sino que nunca dejan de mantener la escala que esta sociedad ha armado perversamente para decidir quiénes merecen derechos humanos y quiénes no, porque nadie en estas elecciones salió besando a una travesti o a una prostituta. Al conocer la política multipartidaria desde adentro, pude llegar a una reflexión muy sencilla: la política también es una forma de prostitución. Es comprar o vender a alguien al mejor postor. Hubo un intendente en Córdoba que daba un cheque a la gente y, si el ganaba, después de las elecciones cada persona podía cobrar. Los candidatos del 2012 saldrán en el rubro 59.

Tenemos que tomar y volver a tomar una y mil veces las banderas de la despenalización del aborto porque a través de ellas nosotras también estamos pidiendo el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo

-¿Qué le implica a un sujeto común posicionarse como sujeto político?

-¿Qué es el sujeto común? ¿El ciudadano común? Los periodistas hablan siempre de él. El otro día había un problema en el subte. Habían matado a un señor en un barrio. Aparecía una señora indignada y el periodista decía: “Esta es la opinión de una ciudadana común”. Yo creo que lo que más hay son justamente ciudadanos y ciudadanas con privilegios. Los aparatos de la política tradicional y los partidos de sistema han logrado hasta tal punto la despolitización de la sociedad -en el sentido de una participación directa en cualquier orden de la vida-, que lo primero que vemos en el gobierno es a un señor muy rico o a una señora que parecen tener tanto dinero que podrán darlo según su menester. Y encima cuando se plantea una cuestión de derechos, se lo hace como un producto para vender. Como quien dice “¿Quiere ser la reina del hogar?: cómprese tal lavarropas”. Yo quiero ser la reina del hogar sin ningún lavarropas y además ¿por qué tengo que ser la reina del hogar? Todos los productos de la televisión ya no se venden para el placer sino como medicamento: “¡Cómase un yogur que le aporta fibras y la ayuda con el tránsito lento!” Yo quisiera comer un yogur que diga: “El que come yogur va a quedar pipón de placer”. Dicen: “¡Tome agua que aporta hierro, vitaminas, sales!” o “¡¡¡Tome agua que la cura!!!”, cuando yo lo que tengo es una sed de camello.

-Por sobre el deseo está el alto rendimiento…

-¡Si no le rinde el yogur de tránsito lento le devolvemos el dinero! ¿Cómo sería la comprobación de ese hecho? ¿Si estoy extremadamente hinchada quiere decir que no he movido el vientre? ¿No podría estar gorda de placeres que no tienen que ver con el rendimiento? ¿O estar embarazada? El placer ha sido desplazado para instalar esa cuestión de la administración de los alimentos a través de la medicina. Nos estamos convirtiendo en ciudades medicalizadas.

Y a los derechos nos los ofrecen como a esos productos de la tele. Porque hay poca participación de la ciudadanía. Eso de “sólo participo cuando la afectada directa soy yo”. Nunca hay una participación por la mera participación, como la tele no nos propone que nos comamos un tomate por el solo hecho de comernos un tomate. Siempre tenemos que ser la afectada directa.

-¿Qué supondría para las travestis ser sujetos políticos?

-A las travestis se no exige que seamos radicales. En realidad, yo creo que todos/as, como deberíamos comernos un tomate y punto, deberíamos vivir y punto. Por eso, para que las travestis nos posicionemos como sujetas políticas, primero tendría que ampliarse el sentido de la palabra “ciudadanía”. Tendría que existir una ciudadanía de ejercicio real y no restringida. La gente no entiende que cuando nosotras decimos: “Exigimos el derecho a la salud”, no es sólo para de últimas ir al hospital y que nos atiendan. ¡No! Quiere decir que se vea la integridad de lo que significa la salud. Implica ser respetada como tal, como sujeta, y que se puedan atravesar las fronteras de la corporalidad. Que yo acuda a un hospital y se lea mi cuerpo, y no un cuerpo establecido de acuerdo a lo estandarizado. Las travestis no tenemos una participación ciudadana total porque todavía no lo hacemos desde el placer, la vida cotidiana, el estudio. No podemos decir: “Me gusta la ecología entonces participo en la ecología”. Todavía la sensación que subyace es que tenemos que defender la mera condición de humanidad, lo cual me parece sinceramente deplorable porque si hablamos, pensamos, tenemos un nombre, somos humanas y de eso no se puede borrar la evidencia. Entonces ¿por qué subsumirnos a sectores de defensa y de lucha por el reconocimiento de nuestra manera específica? Cuando lo que debería estar en discusión deberían ser otros engranajes y otras formas de participación real y distribución de derechos. El derecho debería estar al servicio de, porque el derecho nunca puede ser concedido por la ley, sino ser interpretado por ella. No que un juez legitime desde una vanguardia iluminada sino que reconozca una demanda ya existente.

-Siempre en lo específico y en cada caso.

-Para mí la política debería ser como el juego de las mamushkas, en donde se siga destapando a ver hasta dónde se puede transformar. Y que cuando se encuentre la muñequita más chiquita no se diga: “Bueno, ya llegamos a la mamushka final”, sino que se siga destapando porque el mundo no deja de cambiar. La política realmente tendría que ser el arte de la interpretación de lo que va dando causa al caudal de realidades que se van presentando en todas sus dimensiones y hasta el infinito.

-Fijate que los grandes movimientos sociales que hay en la Argentina no tienen representación en el aparato político estatal.

– Es que esos mismos movimientos han venido repitiendo las maneras tradicionales de organización. Cuando surge el movimiento de piqueteros -perdón, de piqueteras-, en realidad ya existían mujeres que habían salido a cortar las calles y a golpear las cacerolas y todas esas cosas. Sin embargo, a la hora de organizarse predominaron los varones. Esta forma de construcción desde lo masculino -porque yo creo que la política tiene una fuerte mirada patriarcal- continúa aún en los partidos de izquierda en donde los grandes líderes son varones, y aunque encarnen lo políticamente correcto su discurso nunca ha sido atravesado por el feminismo. La izquierda está dirigida para y por hombres. Y la Iglesia está encarnada por sacerdotes que nos dan la diatriba sobre el cuerpo como si ellos no lo tuvieran. ¿Cómo pueden legislar sobre lo que no tienen? De los empresarios que mueven este país, una sola es mujer. Cristina: ¿llega al poder por sí misma? No, porque es la esposa del Presidente. Y es evidente que Cristina, como dijera Diana Maffía, no quiere ser Evita, sino Perón.

Y si esa izquierda sin feminismo pide una mejor distribución de la riqueza, de los recursos, con eso sólo no va a cambiar la humanidad. Que se planeen condiciones económicas iguales no quiere decir que ya no se vaya a discriminar al vecino porque es boliviano por ejemplo. “¿Pero cómo el boliviano que no es de acá va a cobrar lo mismo que yo?”, piensan muchos. Es un error el creer que el cambio es sólo en términos económicos. Lo es en términos económicos pero también hay una cuestión estructural. Hay que cambiar los ritos fundantes de esta sociedad. Sino van a seguir generando desigualdades.

-En el plano travesti ¿cuáles serían las prioridades para producir cambios en la vida cotidiana de la comunidad?

-Nosotras hemos basado gran parte de nuestro discurso en reclamar derechos civiles y políticos y no hemos reclamado derechos económicos para que nos vean realmente como sujetas de pleno empleo en lo que sea. Nos incorporan en la televisión o en el show business pero no en cualquier campo laboral. No nos ven como productoras de ideas en el arte, en la ciencia, en todos los espacios del saber. O si nuestro saber es reconocido, no lo es reconocido en términos rentables y económicos. ¿Cuál es la polifonía que no se puede deconstruir sobre nosotras? Esta me parece una cuestión fundamental como lo fue en su momento la de la identidad.

-¿Cómo no encadenarse a la prostitución si al ganar sueldos miserables y en condiciones supe exigentes y alienantes, la calle sigue siendo lo más rentable? Vas y te esclavizás en Europa pero volvés con posibilidades reales de progreso

-Yo podría extraer otras conclusiones de tu pregunta. Nosotras no estamos incluidas en los cánones de pobreza. Entonces pienso que no nos excluimos en la prostitución por nuestra voluntad, porque la autoexclusión vendría del conocimiento pleno del resto. Y justamente no tenemos el acceso a ese conocimiento pleno. No es que podamos decir “yo probé acá, probé allá y decidí que la prostitución es divina”. A ALITT nos llaman muchas compañeras diciendo que quieren un trabajo. Pero una cosa es plantear el derecho en forma individual y otra de manera estructural. Si después de reflexionar colectivamente el 80 % quiere seguir en la prostitución, bueno, será un estadio. Por ejemplo, los movimientos piqueteros dicen “ahora no queremos el Plan Trabajar”, pero el Plan Trabajar tuvo un gran éxito porque había una masa que precisaba ese derecho. Que es una porquería es absolutamente cierto pero no podemos oponernos a tener al menos 150 pesos. Porque insisto, nadie puede elegir sin haber conocido la otra parte. Lo que quiero plantear es que podamos tener la posibilidad de competir en el mercado libre de trabajo. Que podamos decir: “En ese call center me pagan bien, voy a trabajar en ese lugar”. No es que nosotras no entramos porque no queremos. No entramos porque no nos van a dejar entrar: no podemos ir a un shopping para decir “mirá qué currículum”, porque ahí van a jugar un montón de prejuicios que harán que no seamos tenidas en cuenta. Vos fijate que en esta etapa política muchos compañeros gay han creído y creen que entrando a las estructuras de gobierno se puede trabajar en temas de diversidad sexual desde adentro. Perfecto. Ahora, nosotras como comunidad travesti: ¿tuvimos la misma posibilidad? No. Eso es lo que yo quiero señalar. No es que dijimos: “Ay, no, me hago la rebelde”. No fuimos convocadas. Es decir, nadie nos tuvo en cuenta como sujetas capacitadas o a capacitar, porque muchas de nosotras -un grupito de activistas- estamos capacitadas, pero otras no porque no tuvieron esa posibilidad. Después de que esto cambie, queda la elección personal. Como hay gente que aceptó el Plan Trabajar y gente que no lo aceptó. Pero el derecho al Plan Trabajar está establecido. La prostitución debe ser una elección y no un destino para las personas. Ahora, ¿qué condiciones generamos para que sea elegible? No vamos a aceptar la prostitución como un trabajo sino como un modo de supervivencia.

-El gobierno se lava la cara en la era de los derechos humanos con gays y lesbianas manteniendo una puerta abierta hacia los estamentos estatales. ¿Qué nos separa a las travestis de esa posibilidad?

-Nosotras, las travestis, tenemos el problema de la visibilidad, y entonces el desprecio que nos separa es más derecho y contundente, sin ningún tipo de vueltas. Nuestra presencia no puede ser ignorada aún en sociedades establecidas alrededor de una política de silencios e hipocresía -porque si hay algo que ha sabido administrar esta sociedad es la hipocresía y el silencio. Y nosotras en cambio somos más de tacos, peluca, cirugía, pintura y a la calle. Eso hace que la gente reaccione con las travestis de manera más directa. Con nuestra mera presencia ya rompemos el silencio y la hipocresía. Somos como una kamikaze palestina, una trapecista que se tira sin red. ¡Y así nos pasan también cosas! Quedamos estrelladísimas. Porque nosotras somos identidades cloacalizadas por la sociedad. Entonces hacen correr todo lo malo a través de nosotras. Nos desvalorizan en todo sentido. Porque si nosotras planteáramos la duda, el disimulo, bueno, sería otra cosa. Pero nosotras no: ¡sacamos el brillo! Es como si dijéramos: “Esto es lo que yo soy, la manifestación del deseo en toda su extensión”. Y el precio que pagamos es muy alto.

-¿De qué manera nos interpela el feminismo y el derecho al aborto?

-Para mí el feminismo es un punto de inflexión, un antes y un después. Yo creo que a muchas compañeras nos atravesó la vida. Así como para muchas, no voy a decir la totalidad, el travestismo es un viaje de ida, el feminismo también. Es una herramienta muy valiosa porque nos da elementos para adentrarnos en la reflexión de lo que somos, de nuestros cuerpos, nuestras vivencias. El feminismo nos permitió empezar a quitarnos el corsé que se había puesto sobre nosotras, sobre nuestra sexualidad, sobre el género, sobre un montón de cosas. El derecho al aborto me parece tremendamente fundamental porque, en una sociedad donde el cuerpo es propiedad de la Iglesia y el Estado, que son los administradores del bien, del mal y de lo que tenés que hacer, es preciso plantear el cuerpo como un derecho absoluto. Entonces es importante que sean las propias mujeres quienes tengan el derecho a decidir. Tenemos que tomar y volver a tomar una y mil veces las banderas de la despenalización del aborto, porque a través de él nosotras también estamos pidiendo el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, que es el primer territorio de paz a defender. No podemos mirar para otro lado. Las travestis no tenemos la capacidad física de parir un hijo, pero sí de engendrar otra historia. Porque cuando hablamos de violencia de género: ¿sobre qué se ejerce? Sobre el cuerpo. Los golpes, la discriminación, la muerte. Hay que lograr que los Estados reconozcan el derecho a decidir sobre los cuerpos.

-En Latinoamérica las travestis sumamos dos formas de discriminación: bajo la condición de personas en prostitución y migrantes.

-Hay tres posturas con respecto a la prostitución: el abolicionismo, el reglamentarismo y el prohibicionismo. Nosotras decidimos ser abolicionistas; es decir, que el Estado bajo ningún punto de vista criminalice o castigue o arrastre o golpee a las compañeras en situación de prostitución. Otra realidad que también ha surgido, y de la que la mayoría de las organizaciones a veces no nos hacemos cargo, es la de las nuevas migraciones que mencionás. Mucha gente, incluso famosa, dice “yo soy descendiente de franceses, de españoles, de italianos, de rusos.” Ahora muy poca gente dice: “Yo soy descendiente de bolivianos, paraguayos, chilenos”. Está esa segunda ola migratoria donde los países latinoamericanos, por suerte, se convierten más aún que en el pasado en un crisol de razas y ningún ciudadano o ciudadana debería ser ilegal en ningún lugar. Pero las fronteras han sido creadas y sostenidas por nuevas cuestiones económicas y de poder. Toda ciudadana o ciudadano debería tener derecho a vivir acá en las mismas condiciones que los nativos y por las razones que tenga: porque quiere, porque le gusta el gobierno, porque puede ganar más y tener un mejor nivel de vida, etc. Dentro de estas migraciones, se da la de las travestis que emigramos a Estados Unidos o a Europa a ser el juguetito sexual, la cosita del exotismo para el placer del primer mundo. Entonces no sólo se empieza a vivir la ilegalidad del propio travestismo, sino la de la prostitución y la indocumentación. Se suele hablar de desplazados pero no de desplazados por razones económicas y en la prostitución; es algo que deberíamos encarar. Mis sobrinos van a la escuela y un día me llamaron para invitarme para el acto del 25 de mayo y estábamos todos los parientes poniendo la mantilla de dama antigua a Pequeña que quería ser aplaudida. Y en las gradas donde estábamos sentados, entre el público, la mayoría eran peruanos. Y ¿por qué los obligaban a cantar el himno? ¡Esa letra no tenía nada que ver con ellos! Ni siquiera se tomó esa oportunidad como moneda didáctica y se dijo: “A ver, imprimámosle el himno para que lo conozcan y lo puedan leer”. No, los dejaron ahí, champurreando ese himno desconocido. Imaginate que además de lo que significa el desarraigo, no tienen el derecho de venir, estar y vivir acá. ¡Abajo las fronteras!

-Lohana Berkins tiene una frase que dice: “Hay que tener coraje para ser mariposa en un mundo de gusanos capitalistas”. Hablanos un poco de qué significa “mariposa” y qué significa “gusano”.

-Dicen que mediante un proceso el gusano se vuelve una mariposa, pero yace en un mundo donde muchos que quieren ser gusanos quedan como gusanos. Entonces, para ser mariposa y desplegar las alas del arco iris y volar en este mundo de hipocresía, de vanidades, del todo vale, hay que tener un coraje tan grande como el de la visibilidad. Mirá esas mariposas que aletean en inmensos tacos de acrílico de cristal: están en todos los lugares y en las villas se las ve salir de los pasillos. Cuan coloridas. En un barrio absolutamente machista ellas vuelan. Es realmente maravilloso. A pesar de toda esa gusanería, nosotras queremos ser mariposas y seguir aleteando y aleteando…