Por Carla Lacci
Desde hace un año varias escuelas bonaerense ya no son lo que eran. Las y los chicos trans pueden estudiar con sus nombres de elección y hasta se eliminó de la matrícula la dictadura de la educación física. Pero atención: seis de cada ocho estudiantes vuelven a irse.
Comienzo a contarles algo del Programa de Inclusión en Educación de chicas trans, una experiencia que consiste en concientizar a las chicas travestis y transexuales que no han terminado los estudios primaries y secundarios a que continúen estudiando. Las chicas van a tener un acompañamiento y apoyo para sus tareas. Cada grupo educativo estará dirigido por un equipo pedagógico de la Dirección de Educación de Adultos de la Dirección General de Cultura y Educación. También se verá el cobro de una compensación mensual por los gastos de traslado y de refrigerio de 50 pesos y de becas para todos los participantes.
Algunas de las cosas a partir de las cuales surgió el proyecto son la discriminación y las burlas que suelen ocurrir en el aula con las personas trans. A todo esto se sumó al equipo de responsables, la diputada Laura Berardo, del Movimiento Libres del Sur, que dice que con esto se busca generar la matriculación de las personas tras porque un 90% no fue a la escuela secundaria y un 84% dejó en la primaria.
Lola tiene 54 años, es de Goya en la provincia de Corrientes y una vez me contó que su primaria fue muy linda, porque tenia una maestra muy atenta que la acompañaba al baño, la esperaba hasta que saliera, pero en la secundaria no fue así. “En una oportunidad —me dice— me regalaron un gatito, lo quería un montón, jugaba con él, hasta dormía en mi cama. Pasaron unas semanas y comencé a sentirme mal. Me salieron ronchas en el cuerpo, mi mamá asustada me llevó al médico, y después de revisarme, él dijo que era una alergia muy contagiosa, que no debía ir más a la escuela para evitar contagiar a otros chicos. En ese momento yo estaba en sexto grado, pero tuve que dejar y perdí el año. Pero mi maestra Elsa Dobis, que nunca la voy a olvidar, me daba clases particulares en mi casa, me hizo rendir libre sexto y séptimo con excelentes notas y de esa forma no los perdí, pero en el secundario cambiaron las cosas. Mi forma de vestir era otra, ya no tenía la imagen de una mujer”.
Entrevisté a otras chicas, para preguntar qué les había pasado en la escuela primaria y secundaria. La mayoría me decía algo parecido: la pasaron mejor en la primaria por el hecho de que recién comenzaban a experimentar la vida de una chica trans, por así decirlo. Como dicen en casa: “¡Es chico todavía, ya se le va a pasar cuando crezca!”, en referencia al comportamiento delicado. A casi todas les pasó lo mismo, burlas de los compañeros al ir al sanitario de mujeres y no poder ingresar al baño hasta que termine el recreo o ir en el horario de clases. Todas odiaban la materia EDUCACION FÍSICA, y la mayoría buscaba un pretexto para no asistir: inventaban dolores de cabeza, malestares, etcétera. Otras me dijeron: “¡Siempre jugar a la pelota, nunca correr, hacer otra cosa, que no sea jugar a la pelota!”.
Nombre:“Si bien los listados no permiten que pongan tu nombre de elección porque no hay una ley, sí lo permite la identidad escolar: que te llamen como vos querés que te llamen tus compañeros, los docentes y todo el personal de la escuela”.
Ya en el secundario las cosas se vuelven más difíciles. Las chicas están más grandes y seguras de lo que quieren como lo del nombre elegido por cada una. Nunca falta el profesor que al tomar lista dice el nombre del DNI en vez de llamar por el apellido. Y muchas se molestan porque el o los profesores saben de la condición sexual pero igual lo siguen haciendo.
“Te cuento que mi cuerpo cambió — dice Lola— porque mi papá era un militar muy estricto en todo sentido, el típico padre de familia que lleva bien puestos los pantalones, entonces mi mamá hacia lo que él decía, al pie de la letra. Yo nací hermafrodita, por eso lo de mi apariencia de nena cuando era pequeña, él me hizo operar cuando tenía unos 14 años y antes de que me desarrollara mi apariencia física cambió totalmente por eso la secundaria no fue tan fea, entraba al baño de varones, no tenía rechazos de mis compañeros, ni de mis profesores, todo normal por así decirlo, aunque mi pena la llevaba por dentro. Hay días en que recuerdo aquella niña que era para mi maestra, para mí mama, en esa escuelita de Corrientes, pero bueno son cosas y casos de la vida, pienso que debe haber muchos y más delicados que el mío, espero te sirva esta parte de mi vida”, terminó diciéndome Lola. Me invitó unos mates. “Espero que no te pierdas y volvé cuando gustes así te sigo contando algo más de mi vida”.
El proyecto de secundarias podría haberle hecho pasar mejor todos esos años, pienso ahora. La idea del programa terminó en manos de la “Comisión de Igualdad Real de Oportunidad y Trato”, y se presentó el 29 de diciembre del año pasado. Durante todo este año el programa se realizó en la Universidad de La Matanza y funciona en Laferrere, Rafael Castillo, Virrey del Pino y González Catán. Más adelante, está previsto se realice en Morón, Lanús y Mar del Plata. Desde el comienzo se esperó que con esto las personas trans aparezcan en la lista de asistencia de las escuelas con el nombre que adoptaron.
En esta oportunidad dialogué con Darío Arias que pertenece al grupo Jóvenes por la Diversidad y me manifestó que este proyecto surgió mediante la articulación de una idea de MAL (Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación) y la Agrupación de los Derechos Humanos y Diversidad Sexual del conurbano bonaerense después de compartir inquietudes con muchas chicas sobre el tema de educación y trabajo. Lo plantearon en el Ministerio de Trabajo de Nación y en Educación de la provincia y finalmente lograron consenso para impulsarlo. El proyecto está financiado por el Ministerio de Trabajo.
“Te cuento algo —dice Darío—, lo natural de esto sería que lo financie el Ministerio de Educación porque estamos hablando de inclusión educativa pero lo hace Trabajo porque considera que teniendo la primaria y secundaria aprobada, es una herramienta de ayuda para conseguir trabajo con mayor facilidad. No obstante el Ministerio de Educación tiene la voluntad política y aporta con la infraestructura educativa como profesores o maestros.”
Hablando del tema de los sanitarios, se logró que las chicas trans puedan entrar al baño que elijan y más todavía: la posibilidad de entrar al de mujeres, que era uno de los temas que más preocupaban. Del programa podemos decir que se divide en dos etapas. “Una, sensibilizar a los docentes, directores y ejecutivos a que conozcan la realidad que viven las personas trans”, dice Darío. “Para eso se hicieron talleres. Y dos, acordar con las escuelas la implementación de algunas pautas básicas de convivencia y condiciones para que las chicas se inserten. Estas condiciones serían: llamar a las personas trans en la escuela con el nombre que eligieron o sea, el de identidad de género. Si bien los listados no lo permiten porque no hay una ley de identidad de género, sí lo permite la identidad escolar, es decir que te lo digan tus compañeros, los docentes y todo el personal escolar. Otro tema es que se elimina la materia ¡educación física! porque en adultos no existe como tal, así que pueden quedarse tranquilas.”
El proyecto parece innovador a nivel MUNDIAL. En la Matanza sin llegar mas lejos hay siete escuelas en el programa y el año pasado los responsables estimaban tener cuarenta compañeras estudiando entre primaria y secundaria, pero no pudieron: muchas terminaron abandonando.
“Esto se debe a la poca salida laboral que hay —explica Darío—, en el caso de las chicas trans sólo les queda la prostitución”.
¿Por qué se van de la escuela de adultos? Los datos dicen que seis de cada ocho chicas abandonaron el programa. En MAL se preguntan si el problema es la escuela, la discriminación en la escuela, los horarios o el trabajo de la prostitución.
Para averiguar esto último también charlé con Elena Reinaga, representante de AMMAR (Trabajadoras Sexuales Argentinas en Acción por sus derechos). Me comentó que hay chicas que no tienen estudios y están las que sí. Se puede decir que se dividen en dos poblaciones: las que trabajan en los privados, que tienen más estudios cursados, es más exigente el trato con las personas que se relacionan y están las que trabajan en la calle con menos formación educativa, que no quiere decir que no sepan nada, se entiende eso, creo.
“Cuando las chicas van a estudiando tienen problemas en el establecimiento — me dijo ella—, además no andan diciendo, ni tienen un cartel que dice ‘soy trabajadora sexual’, pero igual tienen problemas”. En Córdoba hay una escuela que funciona ya hace cinco años, a la que concurren 48 chicas de todas las edades, algunas tienen hijos, pero eso no es un impedimento, porque asimismo en la escuela se abrió una guardería. “A las chicas se les habla, se las concientiza para que retomen o comiencen a estudiar, pero para eso se las hace pasar por un proceso de elevarles la autoestima y se las alienta diciéndoles que nunca es tarde, que están a tiempo.”
Haciendo referencia a la discriminación, no es tan marcada como en el caso de las chicas trans. Creo que es por una cuestión de MACHISMO, porque que hay hombres machistas, los hay. “En el caso de las chicas trabajadoras sexuales —sigue Elena—, tenemos problemas por así decirlo de discriminación al ir a hacer el pasaporte por ejemplo. Justo hay un espacio para poner ‘ocupación’ y ¡no se puede poner trabajadora sexual! También podemos nombrar el área de la salud, porque también hay problemas cuando dicen a lo que se dedican. Está bueno estudiar, pero podés tener la mejor formación y estudios del mundo, y si no sos una buena persona de nada te vale, es lo que pienso. Lo que sí, te miran con otros ojos, es verdad, sobre todo al decir soy abogado, doctor, odontólogo, pero igual siguen siendo personas con defectos y virtudes.”
Por eso, a estudiar se ha dicho, chicas. La vida es una sola, mientras te manejes con cautela, hay que mirar los errores del pasado y tratar de no volver a cometerlos en el futuro.