Por Diana Sacayán (militante M.A.L.)
Natalia Otamendi fue atacada por una patota en un pasillo de la villa Puerta de Hierro. Estuvo tirada casi diez horas y solo logró la solidaridad de una mujer. Su caso no es aislado. Hace unos meses, una travesti y su hermana fueron golpeadas por empleados de la estación González Catán ¿El motivo? El uso del baño. Otras fueron atacadas a la salida del boliche Faro de Laferrere y hubo que hospitalizarlas. Las denuncias no prosperan; las burlas y el maltrato en juzgados y comisarías, sí.
Recibí la noticia de que una joven travesti de Laferrere había sido golpeada brutalmente en la villa Puerta de Hierro y que había sido internada en el hospital Güemes de Haedo. Se llama Natalia Otamendi. Inmediatamente fui a verla, pero cuando llegué al edificio de arquitectura antigua, rodeado de un gran parque, me propuse localizarla, pero las cosas no fueron tan fáciles. Luego de recorrer los anchos y extensos pasillos, di con la ventanilla de informaciones, y allí me encontré con el primer inconveniente: estaba registrada con el nombre que figura en su documento. Una vez más habían vulnerado el derecho de una persona a ser llamada por el nombre que eligió. Recientemente, en la provincia de Buenos Aires fue firmada la resolución número 2.359 que exige respetar el nombre de identidad de travestis y transexuales en los hospitales públicos. No fue este el caso.
“La policía pasó con el patrullero por el lugar varias veces. Me vieron tirada, les hice señas y se desentendieron. ¡¡¡Diez horas, loca, diez horas!!! Me miraban y me ignoraban”.
Finalmente pude ubicar a Naty y me dirigí al primer piso, al servicio de traumatología. Una enfermera de voz aguda y enérgica me ayudó a encontrar la sala. Frente a la puerta de una amplia habitación, vi a lo lejos una mano levantada en señal de bienvenida; enseguida me di cuenta de que se trataba de Naty. Su cama estaba pegada a un gran ventanal. Lo primero que vi fue la pierna que le habían roto, estaba sostenida por un aparato metálico. Naty me recibió con un gran abrazo, agradecida de que estuviera allí. Entonces comenzamos con la entrevista.
—Soy Natalia Otamendi, vivo en La Matanza de Laferrere, pero voy con frecuencia a la Villa Puerta de Hierro, a visitar a otras travestis amigas que viven allí. El día lunes 8 de octubre por la madrugada, cuando venía de regreso, fui atacada.
—Qué pasó exactamente?
—Esa noche, más o menos a las doce y media, yo venía caminando por el pasillo y de repente siento una voz que me dice: “¡¡¡Eh puto!!! Te dijimos que acá no te queremos ver más”.
Eran unos pibes que paran en la esquina del “tranza”.
—Vos los conoces?
—Sí. Son del barrio. En varias ocasiones me habían pegado o escupido. Otras veces me tiraron piedras.
—Hace mucho que te hostigan?
—Sí, hace como un año. No es que no me conocen, sino que ya me agarraron de punto por ser travesti. A ellos les molesta verte caminar libre.
—Después del insulto qué pasó?
-Yo no me callo nunca, entonces les grité que eran unos giles y que le hagan la guerra a la “yuta”. Entonces me empezaron a correr.
—Cuántos eran?
—Los que me corrían eran dos.
—Te pudiste defender?
—Si, pero yo no tenía nada. Uno tenía un palo y otro un hierro. Me alcanzaron y me empezaron a pegar. Yo sólo atinaba a dar patadas. Intenté sacar de mi cartera una navaja, que siempre llevo, pero no me dieron tiempo a usarla. Quienes trabajamos en la calle, sabemos lo peligrosa que es. Me pegaron hasta cansarse. Yo grité, grité fuerte porque tuve miedo de que me maten. Me daban con tanta saña. Me gritaban cosas como: “Odiamos a los putos, los vamos a matar a todos”.
—Nadie salió de sus casas? El pasillo es chico.
—Si, después de un rato algunos vecinos gritaban: “¡¡¡Déjenla que la van a matar!!!” Pero desde la ventana nomás. De repente, se escuchó un tiro y parece que eso los asustó. Apenas puedo recordar, porque era tan grande el dolor que sentía en mi cuerpo que no podía moverme. Quedé tirada en el suelo y nadie quería ayudarme.
—Cómo que nadie te quiso ayudar?
—Si, como oís. Nadie me quiso ayudar. Estuve tirada cerca de 10 horas en el pasillo de la villa. De vez en cuando pasaba un chongo y yo le ofrecía un pipazo para que me arrastre hasta la avenida, pero me acercaba un tramo y me dejaba. La gente pasaba y se desentendía. Yo les pedía ayuda, pero ellos sólo miraban, volteaban la cabeza y seguían. Había cosas más importantes que darle ayuda a un puto.
Se percibe en Naty algo de rencor.
—Entonces pasó una chica y le pedí ayuda. Pero la mina va y les avisa a los gendarmes que están a una cuadra y media, en la estación de tren de Villegas. Los tipos se acercaron, miraron de lejos y se fueron. La policía pasó con el patrullero por el lugar varias veces. Me vieron tirada, les hice señas y se desentendieron. ¡¡¡Diez horas, loca, diez horas!!! Me miraban y me ignoraban. Si no hubiese sido una travesti la que estaba tirada, no sé si hubiera estado diez horas ahí.
Su rostro expresa cierta angustia.
—Pero ya era de día ¿no? Entonces había más gente en la calle.
—Sí, ya era de día. Por fin llegó una mujer, que fue la única que se dignó a ayudarme, y logré llegar a la avenida. La mina llamó a la ambulancia. Se quedó al lado mío, me agarró de la
mano y me contó que al hijo le pasó algo similar. Se portó re bien y ni el nombre me acuerdo. El caso es que la ambulancia nunca vino. A eso de las diez de la mañana, ella me dijo que la espere y vino con un remis. Después me contó que tuvo que mentir que iba a buscar una mercadería. Porque cuando ella decía que era para llevar a una chica que estaba herida en los pasillos de la villa, nadie la quería llevar.
—Qué te dijeron los médicos?
—Los médicos me dijeron que tengo un traumatismo de fractura de fémur con desplazamiento. Tengo un dedo fracturado y la cabeza abierta. Pero lo más serio es lo de la pierna. No sabés cómo duele esto. Ahora están esperando la sangre para operarme porque tienen que ponerme cuatro clavos en el fémur.
—Hiciste la denuncia?
—Sí. Ese día que me pasó todo, vinieron dos policías que estaban de consigna, me tomaron los datos y me dijeron que me iban a llamar. Pero hasta ahora nunca me llamaron a prestar declaración.
Posteriormente, Natalia fue operada. Aún no puede caminar y tiene que ser intervenida nuevamente. Su caso no es raro. Es sólo una muestra de los hechos violentos que sufren cotidianamente las personas travesti en el conurbano bonaerense. En estos últimos tiempos, la violencia ha recrudecido. Luego de lo sucedido a Naty, dos meses después se produjeron otros dos hechos. Uno de ellos, en una estación de tren. ¿El motivo? El uso del baño público. Varios empleados de vigilancia de la empresa ferroviaria golpearon brutalmente a una travesti y a su hermana en la estación de González Catan. La denuncia por daños agravados quedó radicada en la fiscalía N° 3 del departamento judicial de La Matanza (causa N° 7919). Las víctimas quieren preservar su identidad.
El otro incidente ocurrió a la salida del boliche “El Faro” en Laferrere. Una de las chicas terminó hospitalizada con graves lesiones en el cráneo. Por lo general, si la persona decide realizar la denuncia, siempre encuentra obstáculos. La policía suele elaborar las actas a favor de los agresores. En los juzgados, es común tener que tolerar burlas o interrogatorios por parte de los empleados. Por eso, muchas optan por no seguir con las denuncias.
Esta situación crea un clima de impunidad para quienes ejercen violencia contra las personas trevestis. Es necesario recordar que las víctimas de violencia, más aún de esta magnitud, ven afectada su salud física y psíquica y es muy difícil poder salir del trauma. La organización M.A.L. (Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación) solicitó la intervención -en estos tres casos- de la defensoría de La Matanza en una reunión que se llevó a cabo con la Defensora del pueblo Silvia Caprino el día 14 de diciembre de 2007.