Por Taddeo C.C.
Desde que bajaron los barbudos de Sierra Maestra para contagiar en Cuba el dengue de la revolución, no se había visto nada más impactante. Era el IV Congreso Cubano de Educación, orientación y terapia sexual, bajo el lema “Por el derecho a la libre orientación sexual e identidad de género”. Taddeo C.C. fue, se bebió mojito tras mojito, bailó conga -aunque no lo admite- e hizo la crónica, perdiendo bastante ese estilo de hombre de ley -tan propio- que está redactando un pedido de habeas corpus.
Había que tener ganas para embarcarse en el vuelo 1321 de Cubana a las 03:10 de la mañana, con stop en Córdoba. Y yo tenía ganas.
Cuba como destino. Sentimientos contradictorios en los que predominaba la insistencia en el placer, el disfrute de las calles de La Habana Vieja y de la gente, los sabores y la música… Y claro, la persistencia de la utopía. Al rescate de lo mío y lo de ellos, atrapado en el desenlace equivocado, al rescate de lo mejor de ellos y lo mejor de mí.
Entre el 15 y el 18 de enero de 2008, Mariela Castro Espin, el Cenesex (Centro Nacional de Educación Sexual, dependiente del Ministerio de Salud) y creo que Cuba entera, celebraban el IV Congreso Cubano de Educación, orientación y terapia sexual bajo el lema «Por el derecho a la libre orientación sexual e identidad de género» en el Palacio de Convenciones de La Habana.
Con unos cuantos ejemplares del primer número de El Teje como cartas credenciales, me proponía celebrar también. Si se iba a dialogar sobre aspectos sociales, jurídicos y otros acerca de la transexualidad, yo tenía que estar ahí.
Diversidad: Mariela Castro Espin es hija de Raul Castro, y ha acunado una frase célebre: «Ser homosexual, bisexual, transexual o travesti son formas de expresión de la Diversidad Sexual, como lo es también la heterosexualidad», pero una y otra vez debe responder por las injusticias de la política cubana hacia esa diversidad.
Cuando llegué (más que tarde, el vuelo saltó alegremente sobre el tiempo estipulado), ya estaba en curso el Primer Simposio: La Transexualidad en Cuba En el estrado disertaba la española Cristina Garaizabal Elizalde. Mariela Castro, anfitriona, directora del Cenesex, presidenta del comité organizador, coordinadora y conferencista, también estaba allí.
Vamos a aclarar los tantos. Me gusta Mariela Castro Espin. Le creo. Me gusta ella, su estilo, su capacidad de diálogo, su serenidad. Me gusta que le guste moverse al compás de la conga… y que me haya dejado con la palabra en la boca para ponerse a bailar (¿qué puede hacer un reportero frente al ritmo cuando se trata de una chica con raíces en Santiago de Cuba?).
Había logrado acercarme a ella para entrevistarla. Me había dicho que me recordaba de Buenos Aires (Mariela siempre escucha y responde puntualmente). Pero no pudo ser. Fue más fuerte la necesidad de sumarse a esa rueda colectiva, contoneada y alegre, que se estaba armando.
«Oigan santiagueros, sigan adelante» martillaba la letra y Mariela seguía bailando, sonriendo, alzando los brazos, cuerpo a cuerpo con especialistas venidos de toda Cuba, ausentes de cualquier formalidad, expertos también en ritmo, junto con representantes de todo el arco de la diversidad.
«Que no me quiten la conga que es rica y barata, y la cucaracha baila con la gata’,’ apunta la letra. Me sumé al coro: «Oigan santiagueros, sigan adelante…’.’
Alcancé a ponerle el primer ejemplar de El Teje entre las manos. Sobre ese cuerpo sensual, portador de una inteligencia vivaz y de un espíritu liberal, pesan todas las expectativas y todas las sospechas.
LA SOBRINA QUEER
Se llama Castro. Es hija de Raúl Castro y de Vilma Espin y, para bien y para mal, representa a la Revolución.
Mariela ha acuñado una frase: «Ser homosexual, bisexual, transexual o travesti son formas de expresión de la Diversidad Sexual, como lo es también la heterosexualidad» pero una y otra vez debe responder por las injusticias de la política cubana hacia esa diversidad. Sin embargo, nadie niega que la labor del Cenesex, que lidera el trabajo teórico, metodológico e investigativo que sirve de base a la política cubana de educación de la sexualidad, y desarrolla recursos humanos a través de un sistema de educación profesional permanente, ha ayudado mucho a revertir la oscura situación vivida por la comunidad LGTBI.
El Cenesex cuenta con Comisiones Provinciales y municipales de Educación Sexual en las que intervienen cuatro Ministerios, la Federación de Mujeres Cubanas, el Instituto Cubano de Radio y Televisión, y los gobiernos locales. Se ve que poder no le falta y bienvenido sea cuando «Sexualízate» (invitación sorprendente en un organismo del Estado y entusiasmante si las hay) es una de las secciones de su página web.
Si el orden de las cosas representa algo (y así lo creo), apunto que el simposio «La Transexualidad en Cuba» fue el primero, sólo antecedido por la inauguración del congreso. De los cuatro cursos «precongreso» dos se centraban en la identidad de género. Los otros dos trataban acerca de disfunciones sexuales… Y bueno, no todo es ritmo.
Protegido por grabador, cámara, carpeta y credencial de participante, instalé mi desaliñada presencia (qué podía esperarse de un vuelo tan largo…) en la amplísima sala 3, la más grande del Palacio de Convenciones.
De lejos, se veía que había muchos más «especialistas» en transexualidad que transexuales. Los primeros se habrán llevado la experiencia de acercarse, al menos por una vez, a alguna o alguno de los segundos. El «objeto» de estudio deviniendo sujeto, compañero de panel, contertulio, pareja de baile.
Como dijo Flavio Rapisardi en un aparte: «Otra cosa hubiera sido en Buenos Aires..»‘ Y sí, ahí las chicas hubieran ocupado todo el espacio. No obstante, las secretarias de cada tramo del simposio eran mujeres trans, codo a codo con los expositores.
Yo me perdí a la morena Belkis Romero del Valle (estuvo a la mañana), pero pude apreciar a Wendy Iriepa Diaz que tomó la posta de la tarde. En la sesión «Diálogo Libre» (diálogo entre pares, verdaderamente libre y sentido, directo y movilizador), que tuvo lugar casi al final, iban a descollar la maravillosa Mama y la refinada Olivia Lam Sanz, Angely (tan etérea en su figura como sólida en su cabeza). Conocer a esas mujeres hubiera sido ya motivo suficiente para ir al congreso.
Yo iba preparado para escuchar nociones antediluvianas. Que yo recuerde no las escuché sino de participantes foráneos. No me pidan que los señale. Todo el mundo era abrumadoramente simpático y no creo que sus convicciones (algunas de un acientificismo notable) hayan sobrevivido a este congreso. Bueno, digamos que los venezolanos (que nos esperan en Margarita) no lucieron precisamente amplios en su intento de diagnosticar «transexualidades verdaderas»
El Cenesex, con Mariela Castro Espin a la cabeza, promovió en 2006 una Ley de Identidad que no superó la instancia parlamentaria. El escollo, la excusa, fue la poca difusión del tema en el pueblo, la falta de consenso de «la gente.
ALGUNOS BAILAN SOLO LENTOS
Hoy por hoy se ha deferido el asunto al Código de Familia que está en proceso de reforma, pero las mujeres y el hombre trans con los que tuve oportunidad de confraternizar portaban un documento de identidad que no los desmentía. «Operaciones por el momento no…» (sólo hubo una, hace varios años). Hay una instancia administrativa que «dictamina» quién es y quién no es. Digamos que la palabra y la evidente elección del género no bastan.
No obstante, si los parlamentarios tienen razón (y me parece que algo de eso hay), las instancias de poder y los medios de difusión habilitados van por delante del imaginario popular -poco poroso a la diversidad- pero también por delante de los mismos parlamentarios.
En efecto, el Cenesex y los diarios se hacen eco de los derechos de esa diversidad, pero desde 2006 el proyecto de Ley de identidad patrocinado por el Cenesex está siendo acunado por el parlamento cubano. Acunado y dormido, al menos por ahora.
Los cubanos se regocijan en el sexo en versión lujosa pero estrictamente canónica, sin espacio para modelos alternativos. En fin, que no dan por llegada la hora de invitar a todos y todas a la fiesta. Le toca al Cenesex movilizarlos para que amplíen la agenda.
Menos receptivos todavía se muestran, al menos en la percepción y en la experiencia de la gente trans y de los disidentes, los encargados de custodiar la calle. «Tengo miedo..»‘ «Me pueden poner presa» «Míralos allí en la esquina cómo me miran» «Voy a creer en ella cuando se suba al camión con el que levantan a gays y a transexua- les..»‘ También para ellos se están armando dispositivos de concientización.
Mariela y el Cenesex no están solos. El diario Juventud Rebelde de La Habana encabeza una página semanal con el titulo «Sexo Sentido» (ese, el que yo tomo prestado). Está destinada a difundir temas y solventar dudas y preguntas de los lectores («pregunte sin pena» sugiere amistosamente el diario), y hablan de eso, del sexo concreto, gozoso y reflexivo a la vez, que invitan a compartir. Apoya rotundamente los derechos de las personas transexuales y se hizo presente en el Congreso para hacer oír su voz.
El 19 de enero subtitulaba «Transexualidad: Derecho a vivir como nos sentimos». El enfoque lucía un tanto vetusto pero entrañable: «.. puede también que en ese tiempo (hablan del futuro de un chico trans) la sociedad cubana decida sacudirse esos prejuicios, como ya hizo con tantos otros, y llegue a comprender que las personas transexuales son normales, no son enfermas, y sólo necesitan el reconocimiento social de su identidad de género (como hombre o mujer), aún cuando no coincida con la apariencia de sus genitales’.’
Vuelvo al Congreso. Yo ya había estado en otros (con otros temas, pero todo se asocia) y sé cómo las gastan en La Habana. No me defraudó. Comimos, tomamos ron y nos bailamos todo. Hice amigas y amigos y la fui de novio por un rato (esforzadamente platónico, que novio ya existía) con una hermosa chica nacida chica, con documentos de chica, claro, que para fortuna mía había acompañado a alguien al congreso.
Los cubanos son cálidos hasta decir basta (y uno nunca dice basta tratándose de Cuba). Escuché a compañeras y compañeros lesbianas, gays y transexuales, y asistentes en general, hablar en blanco sobre negro, con todas las letras.
¿Qué más podía pedirle al cálido enero de 2008? Como extranjero me costó mis morlacos, pero valió la pena.