Crónica de un despido anunciado

Por Paula Polo

Paula mandó sus datos para una búsqueda laboral. Señaló que era trans. La llamaron. Tenía título de la UBA, dos posgrados, idiomas y, entre sus posibles empleadores, hasta una antigua profesora de la universidad.

El día viernes 31 de octubre de 2008 respondí a un aviso que salió publicado en una página web en el cual solicitaban un “Administrativa/o para importante empresa de seguridad”. A los tres días se comunican conmigo por el aviso de una compañía a la que llamaré B. por cuestiones legales, que se dedicaba al reclutamiento de personal para empresas. Acordamos una entrevista al día siguiente.

Mi nombre es Paula Polo, soy una chica trans de la Ciudad de Buenos Aires, tengo 30 años, me gradué

 omo licenciada en Administración de Empresas de la UBA en el año 2003, estoy especializada con posgrado en Comercialización Internacional. He desarrollado mis tesis en la teoría sobre la Motivación del Personal y en el análisis de costos de Industria Alimenticia y Comercialización Internacional de los insumos, para lo cual conté con el apoyo de importantes instituciones nacionales como SENASA, INTI e INAL (Instituto Nacional de Alimentos).

Estaba muy feliz con la respuesta de la compañía porque a pesar de mi condición de género, expresada en el currículum, era tenida en cuenta. Estaba convencida de que era, sin duda, por mi importante experiencia y por estar más que capacitada para el puesto. Cuando llegó la hora de la entrevista asistí vistiendo sobria pero elegante, pues tengo muy en cuenta que en estas citas la primera impresión es la que cuenta.

Llegué a las oficinas de B. en San Isidro, me entrevistó una señorita llamada Verónica, empleada de la firma. La cita transcurrió normalmente: hablamos de mi experiencia laboral y de mis conocimientos, de mi vida cotidiana. La propuesta laboral me parecía interesante, tanto por la paga como por mi currículum. Al finalizar la entrevista, Verónica me informó que me enviaría a la empresa en una terna de postulantes para que el cliente decida a cuál contratar. En ese momento, me entregó un papel con el logo de B. en el que anotó con su puño y letra la dirección de la nueva empresa y un nombre.

—Estos son los datos de la compañía —me explicó— y te paso el nombre de la persona que te va a entrevistar en ATA, sólo faltaría acordar la fecha y hora de la entrevista. Te llamo el viernes para darte día y hora.

Algo era raro y mi intuición decía que no sólo no se habían dado cuenta de mi condición de género, sino que tampoco habían leído mi currículum completamente.

El nombre escrito me era familiar, pues he tenido una profesora en la universidad llamada del mismo modo. Efectivamente, Verónica se comunicó conmigo y me inform que el martes 11 de noviembre a las 14:30hs tenía la entrevista. Ese día me presenté en las oficinas de ATA en el horario pactado y tuve la entrevista con Alejandra Iesulauro, que efectivamente había sido mi profesora. Iesulauro era profesora de Sistemas Administrativos de la carrera. Había cursado con ella en 1999, aprobé el curso con 9 y la misma Iesulauro me invitó a ser parte de los ayudantes de cátedra por mi desempeño académico, una propuesta que rechacé porque se interponía con otras materias de mi carrera.

El día miércoles 19 por la tarde, más de una semana después, Verónica de B. S.A. me llamó para darme la buena noticia de que había sido seleccionada para el puesto. Me pidió que me presentara con la fotocopia del DNI, copia del CUIL y un currículum para el legajo y así firmar el contrato y darme de alta como empleada, pues el día 21 de noviembre debía empezar a trabajar.

Nuevamente me presenté en las oficinas de B. con toda la documentación, me dieron varios formularios para completar y firmar, entre ellos el contrato de trabajo. Al finalizar, Verónica controló que todos los formularios estuviesen firmados y luego me entregó una tarjeta de acceso a la empresa con mis datos y los de ATA.

La tarjeta era sorprendente:

Horario de trabajo: de Lu a Vi 8:30 a 17:30

Autoriza: Verónica por B.

Cuando llegué para el primer día de trabajo, Alejandra Iesulauro me dio la bienvenida a la empresa. La compañía era una casa muy moderna devenida en oficinas. Cada habitación era un departamento distinto. Ella me acompañó al lugar que iba a ser mi oficina. El recinto estaba totalmente equipado con tres escritorios, cada uno con su computadora, teléfono y artículos de oficina para poder empezar a trabajar. Luego me presentó a Alejandro, un compañero que compartiría la oficina con nosotras. Me enseña todas las instalaciones de la empresa y a medida que lo hacía me iba presentando a todo el personal como la nueva empleada, a lo que todos siempre respondieron con la palabra “bienvenida”.

A media mañana, a eso de las 11, Alejandra recibe un llamado de B. que atiende Alejandro y se lo pasa a la profesora, quien empieza a hablar con monosílabos y una actitud sospechosa. La última frase fue: “Dame diez minutos y te llamo”. Luego, Alejandra se retira de la oficina y sube al primer piso de donde baja un largo tiempo después.

Mientras Alejandra estaba en el primer piso, el joven que estaba en la oficina comenzó a charlar conmigo. Me dijo que en la empresa todos sabían que yo había sido alumna de Alejandra en la facultad, pues ella se había encargado de comunicarlo a las autoridades de la firma. A las 14, aproximadamente, suena mi celular. Era Noelia de B. S.A. y me informa que me tenía que presenter en las oficinas de San Isidro porque habían quedado papeles por firmar y debía salir a las 16 para completar

ese trámite: una hora y media antes de la finalización del horario laboral.

Esto me alarmó y más aun me hizo sospechar algo debido a los accionares de mis compañeros de trabajo. Todo lo que estaba ocurriendo era raro y mi intuición decía que no sólo no se habían dado cuenta de mi condición de género, sino que tampoco habían leído mi curriculum completamente. Al anunciarme en B., me atiende el coordinador, un tal Diego, que me comunica que no voy a seguir trabajando en la empresa porque decidieron concluir con mi contrato de trabajo y que contrataron a otra persona, recomendada por uno de los dueños de la empresa.

Sabiendo del accionar, me dirigí inmediatamente al INADI para asesorarme pues mi despido no era lógico. Hoy por hoy, mi caso se está desarrollando en el INADI, y ya se hicieron dos citaciones de conciliación previas al juicio. Aún no hay una solución pero en el transcurso de este año no sólo quedó demostrado que fue un despido discriminatorio, sino que las posteriores liquidaciones de sueldo y aguinaldo por el día trabajado al comienzo me las negaron pero al ser intimados judicialmente quedaron obligados a confeccionar los recibos.

Como mi caso hay varios en nuestro país. De algunos no tenemos ni noción por la escasez de recursos con los que cuentan las chicas para llegar a juicio o para hacer una denuncia ante las autoridades. Por otro lado, las empresas también hacen de lo suyo para manipular la información y que no haya prueba de sus actos discriminatorios. Sólo espero que el caso “Paula Polo contra B. y otros” llegue a una resolución favorable y siente jurisprudencia para que no vuelvan a ocurrir situaciones de este tipo, donde se hace sentir a la persona discriminada, desilusionada, denigrada, indigna y desprotegida, y para que se evalúe a una persona por sus capacidades intelectuales, laborales y personales y no por su condición de género, orientación sexual, creencia religiosa, color de piel, nacionalidad o cualquier otra condición discriminatoria dado que éstas son características de las personas y NO capacidades de las mismas.

Capacidad Intelectual vs.Travesti =Discriminación Laboral

Paula Viturro es coordinadora del área Tecnologías del Genero del Centro Cultural Rojas y explicó en una nota reciente: “En el modelo binario de géneros y sexualidades las travestis son inasimilables. Y es ese modelo estrecho y fallido el que genera la violencia de la que son objeto”.

Gays, lesbianas y bisexuales si bien son discriminados lo son en muchísimo menor grado que las travestis y transexuales. Eso se debe justamente a lo que Paula Viturro expresó. En este modelo todo es hombre o mujer, masculino o femenino. Gays y lesbianas no dejan de ser varones y mujeres, en lo que a cuestión corporal se refiere y responden en cierta medida al estereotipo fijado por el modelo binario de géneros. Sin embargo, las travestis y transexuales no responden a ese estereotipo y justamente constituyen otra identidad por fuera del modelo. Esto genera discriminación y exclusión de cualquier ámbito y hasta es considerado como patológico. Es aquí en lo patológico en que recuerdo una experiencia vivida durante mi ardua búsqueda laboral. Luego de varias entrevistas para un puesto llegué al psicotécnico donde evalúan a la persona psicológica e intelectualmente (análisis que comúnmente las empresas hacen al incorporar personal). Al finalizar el examen me piden que aporte referencias laborales. Pasado unos días, me llama una ex-empleadora que me cuenta que la llamaron para pedir referencias mías. El psicólogo le preguntó sobre cómo yo me manejaba con mi condición de travesti, a lo que mi ex-jefa respondió que satisfactoriamente pero he ahí la sorpresa de la mujer cuando el psicólogo dijo: “Sí, es que el psicotécnico le salió muy pero muy bien, estamos maravillados de la inteligencia de Paula y eso que es travesti”. Señor psicólogo y señor empleador, ser travesti o transexual nada tiene que ver con la capacidad intellectual pues no sufrimos de ninguna discapacidad o enfermedad mental que afecte nuestra inteligencia. He ahí la violencia de la que somos objeto a veces, tan sólo por no responder al estereotipo visible de hombre o mujer y llevar en nuestros cuerpos la diversidad de géneros.