Por Nati Menstrual
En su taller de La Boca pinta con colores de pop latino, puti punks, cholitas con las manos de Edmundo Rivero y hasta figuras de la iconografía cristiana en versión hot como el angelito que te la guarda.
Me gusta por la Boca… las típicas casas hechas de chapas de vivos colores inventando alturas, el azul y amarillo pincelando almas bosteras, casas desvencijadas ganando los campeonatos contra el tiempo, en pie, orgullosas y porteñas dando la sensación de que en cualquier momento se van a pulverizar en el suelo. Un sótano con un zapatero entre los cueros y el polvo, martillando vaya a saber qué, su destino pobre, algún desconsuelo, una plaza también pobre y seca, un bar lleno de machos futboleros con los que fantaseo apretujarme en las masculinas gradas de la 12 en algún partido venidero.
El día esta húmedo, me doy cuenta por mi pelo, que se vuelve más rebelde que mi travestismo a las 11 de la mañana. Turbando vecinos que me observan con desconcierto taconear por la vereda, llegué para ver a Helena Tabbita, una travesti que conocí y terminó siendo una exótica caja de sorpresas: en sus manos tiene la magia inigualable de adueñarse de una paleta fuerte, colorida, contrastada, con carácter, (quizás con el mismo carácter con el que tuvo que enfrentar su vida todo el tiempo) en lucha con lienzos muy blancos. A Helena no le fue fácil nacer, crecer y enfrentarse al mundo, pero lo hizo y ver lo que hace, pincelada a pincelada, vale la pena y eso es lo único cierto. Entonces se me ocurrió, cuando vi lo que pintaba, que era como una Frida Kahlo travesti.
–Recuerdo que me interesó sobre todo cómo era que habías empezado a pintar con más energía que nunca mientras vivías en el exterior, alejada de tu familia, para después enterarte de que ese momento era coincidente con la enfermedad de tu padre.
–Yo ya había pintado antes de irme a Francia, experimentando y porque veía a mi papá que también pintaba y siempre me gustaba verlo. Ahora me estoy acordando de que lo más loco, es que yo ya pintaba antes de ponerme las tetas, antes de transformarme, pero pensaba que una vez que fuera travesti con todo no me iba a interesar más la pintura, ni nada… no sé porque lo creía así.
–¿Pensabas que ibas a conseguir marido super rápido y entonces ibas a estar más con los pies en la tierra, con ganas de hacer shopping y esas cosas; pensabas que en ese par de tetas se iba a centrar tu vida?
–Me imaginaba que a partir de que yo fuera transgénero, para no decir ni transexual ni travesti, no iba a poder tener que ver con una vida artística, que iba a tener una vida más normal. La cuestión es que me sorprendí de mí misma porque fue todo lo contrario. Cuando me puse las tetas y me hice transgénero, travesti si querés, como sea…
Me imaginaba que a partir de que yo fuera transgénero no iba a poder tener una vida artística, que iba a tener una vida más normal: la cuestión es que me sorprendí, fue todo lo contrario.
…Y yo no quiero, y me confunden esos términos que están tan de moda y que no todo el mundo sabe terminar de entender de qué se trata cada uno. Ella sigue explicando su cambio, no termina de hacerlo, pero arremete y habla sin censura, no la maltratan los recuerdos, fluyen en su cabeza. Es segura: bambolea su cabello rubio, brillan sus ojos grandes.
–La cosa es que me duró re poquito ese entusiasmo de la ropa, de ponerme remeritas escotadas, realmente meses. En todo caso me puse a pintar un montón. Antes había pintado, pero no con esa fuerza; después, al hacer la transformación, no sé si me debo haber cansado pronto de jugar a la nenita… qué se yo… me desilusioné de lo que había pensado que podría llegar a ser todo eso, entonces realmente me puse a pintar y no paré más, hace ocho o nueve años. Me acuerdo que estaba fuera del país y que cuando empecé a pintar así, con todo, mi padre se enfermó, pero yo no me enteré porque no me comunicaba con mi casa. Pintaba y pintaba con una pulsión incontrolable durante todo el día hasta altas horas de la madrugada, sin saber qué estaba pasando con él, pero cuando nos reencontramos, hilvanando y haciendo cuentas me di cuenta de la coincidencia: mientras él se enteraba de su enfermedad, yo agotaba esa necesidad mía de pintar. Es creer o reventar…
–La primera vez que vi tus cuadros me llamó la atención la explosión de color, la fuerza, el contraste. ¿Ese colorido tiene que ver con lo vivido, con lo duro, con lo triste, con lo pesada que puede ser la vida?
–Puede ser, pero es bueno no afirmar. Cuando una pinta hay cosas que salen inconcientemente, otras que una maneja. El objetivo para mí es que el cuadro sea único y tenga su personalidad. Pero, después no controlo nada, es espontáneo, yo no sé lo que voy a pintar. Muy pocas veces me pasó de decir “voy a hacer tal cosa”. En el ochenta por ciento de mis cuadros nunca supe lo que iba a hacer, se va haciendo solo. Es verdad que en varios hay personajes con caras, no se si tristes, pero serias. Hice retratos donde todo es re colorido, como mexicano, pero donde los personajes tienen miradas fuertes de tristeza o pesadumbre y el color es como para equilibrar las cosas malas de la vida, como si fuera una cumbia con mucho ritmo pero con letras tristes. En cambio ahora trato de pintar con una idea más abstracta, que llegue como una sensación agradable y listo.
Hablamos del concepto de arte. Si cree que el arte debe, sí o sí, llevar trabajo y dedicación o si existe el arte escupido o el arte espontáneo en épocas donde todos hacen muestras y performances en modernos multiespacios donde un sorongo seco de perro envuelto en gasa azul añil con moño de raso rojo o un perro atado hasta que se cague de hambre, pueden tener premios internacionales.
–No creo en el arte instantáneo como actividad permanente, sino en el trabajo, porque en el curso de ese trabajo por ahí sí surgen cosas que pasan en la medida en que estás horas y horas y horas, y en ese transcurrir, por ahí pasa un angelito que da una pincelada, medio de casualidad… Hay un par de cuadros en donde yo me doy cuenta de que existió ese momentito, que pasó algo exterior a mí y que me ayudó, alguna energía que andaba dando vueltas para la que yo fui como un canal.
Pienso que no todo es trabajo, que debe haber una magia, algo que viene o que crece con uno, una mochila que cargamos y que tenemos que aprender a manejar, a disfrutar o a sobrellevar, y que sin trabajo puede quedar en nada, pero que sin esa magia y con constancia hay gente que también llega, aunque uno vea que se le desdibuja el alma. Me gusta que Helena hable de trabajo, de constancia y encima tenga magia.
Y sigue hablando de cómo le cuesta que algo le llame la atención y vuelve a sobrevolar en el ambiente el angelito que la acompaña, como el angelito que me regaló a mí, pintado de pie, de vivos colores con una aureola plateada. Elena tuvo el atrevimiento de haberlo pintado con pito a sabiendas de que los angelitos no tienen sexo, según cuenta la historia que nos inventaban cuando éramos chicas: “Ángel de la guarda, dulce compañía, no me dejes solo ni de noche ni de día”.
–Te regalé un angelito pijudo…
— El angelito de la guarda, no… el angelito que te la guarda.
Nos reímos. No podemos olvidar que por más que pretendamos hacernos las serias y hablemos de arte y experiencias profundas, más profundas nos ponemos cuando hablamos de pijas, sean de demonios macho o de angelitos de alas largas. Otra cosa que me llamó mucho la atención en Helena es la constante de pintar individuos, personas, personajes… sobre todo personas con rasgos trans, manos grandes, ojos enormes, proporciones masculinas envueltas en lo femenino: un punkie putito, una rubia hombruna pensativa, una norteña travestona, como una cholita con las manos de Edmundo Rivero.
–Observo uno de tus últimos cuadros donde se posa un gato puto que mira una mariposa. Son individuos con sexualidades diferentes, pero sutiles. ¿O será que quien no está en el tema no lo percibe?
–Varias veces he hecho personajes nada disimulados con tetas y pija pero los terminé borrando porque no me satisfacían, cuando algo no me gusta lo voy pintando arriba y se va tapando de a poco, quizás no quiera agarrarme de eso para que no me digan ¡ay la travesti pinta travas!. Por otro lado, me dan ganas, a veces, de pintar cuerpos con tetas y pitos, debe estar recontra hecho, así y todo me concierne, pero tendría que ver cuál sería el mensaje del cuadro para no hacer simplemente un cuerpo con tetas y pito colgando porque sí, sin ningún fin.
Seguimos hablando… la tarde se acerca… tengo hambre… calentamos un plato de polenta con queso derretido. Mucho queso. Miro los cuadros que nos rodean. Vírgenes entremezcladas con un rallador y manchas, como una gran vagina que recibe espermatozoides y me cuenta qué es el universo… Un loro colorido… un gato trepado en algún tejado de zinc caliente o salido de un sueño… Esas cosas que tiene la pintura, esas cosas que me gustan aunque no entiendo… Percibir ante un lienzo sin buscar más explicaciones que el traspaso de sensaciones. Ella mezcla colores, ama el turquesa, el azul… el del mar… el del cielo… Hablamos mucho más… hablamos intenso… no me queda espacio, me guardo mucho para mí, sus ojos largan chispas, hablamos de hombres y de sexo… pero eso es otro cuento. De la soledad, los desencuentros y los dolores de la vida, hay quien hace un poema o escribe un cuento, ella danza entre paletas, pinceles y colores, al ritmo de un tren de carga que se escucha a lo lejos y pinceladas de recuerdos de viajes, amores y sueños. Es tan feliz con lo que tiene, aunque quiere más y siempre más, ariana de carácter y sin ningún miedo al esfuerzo. Siento que la quiero, por lo que pinta… y porque se toma la vida en serio.